El Mensaje de los Lunes


Por Pablo Fontaine sscc

Acabo de conversar con personas que han perdido un ser querido violentamente.

Es impresionante cómo la muerte, cada muerte, remueve el interior de las personas haciendo surgir los más variados pensamientos y sentimientos.

En el caso de la muerte violenta, una buena parte de la conciencia de los deudos queda ocupada por la ira. Una gran rabia con el o los hechores. Se sabe que esa rabia que tiende a pedir venganza no devolverá al ser querido. Pero ahí está como un sentimiento primario. El que lo experimenta desearía salir de esa ira, pues hace sufrir doblemente. A la pena de la pérdida se agrega el dolor interior de la rabia.

No es el único sentimiento que hace daño por dentro. A veces se agrega la rabia contra Dios, último culpable de todo sufrimiento humano. Sólo el tiempo y la reflexión con oración pueden ir mitigando estas rabias.

También puede haber sentimiento de culpabilidad. “Debí hacer esto o aquello para evitarlo”: Tal sentido de culpa agrega otro sufrimiento gratuito.

Tal vez hay que esperar pacientemente que el alma vaya siendo consolada y que sus heridas cicatricen.

Pero hay algo que conviene no olvidar: todos esos sentimientos y otros más revelan el gran cariño que se le tenía a la persona que partió. Tanto las lágrimas, como las rabias, como los sentimientos de culpa son como un monumento de amor a la persona querida.

Pero hay que manejar todo eso para que no envenenen el alma y la abran a la verdadera esperanza.

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